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fuente: https://www.eldiario.es/canariasahora/ciencia_y_medio_ambiente/canarias-punto-negro-cetaceos-50-60-varamientos-ano_1_6376674.html

Uno de cada tres cetáceos muere por causas derivadas de la acción humana. Proyectos como el pontón de Loro Parque Fundación y el Instituto de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria (IUSA) intentan mitigar este problema

Canarias es un punto negro para los cetáceos. Cachalotes, rorcuales, calderones grises, delfines comunes, listados o moteados,… Especies que quedan varadas en las costas por causas naturales o que colisionan con embarcaciones, interactúan con la pesca e ingieren plásticos. Este año, a pesar de las medidas adoptadas por la pandemia de COVID-19, los animales siguen llegando a las costas. El 6 de abril un rorcual en Corralejo (Fuerteventura), el 12 de abril un cachalote en Cofete (Fuerteventura), el 2 de mayo un calderón gris en la zona norte majorera, el 25 de mayo un cachalote en Agüimes (Gran Canaria), el 6 de octubre otro más en Mogán (Gran Canaria)… ejemplos de un problema que demanda medidas.

Antonio Fernández Rodríguez, director del Instituto Universitario de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria (IUSA) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, explica que están trabajando en esta línea con la introducción de tecnología en las compañías navieras para evitar colisiones, en la reducción del plástico que llega al mar y en la educación a los pescadores. Estas labores, no obstante, no son las únicas que el IUSA lleva adelante.

El Instituto se compone de cinco divisiones, entre las que se encuentra Histología y Patología Animal. Los investigadores de esta sección «son fundamentalmente veterinarios y especialistas en Patología» que «se encargan de determinar la causa de la muerte de los cetáceos varados en las Islas Canarias». Una vez encuentran un animal varado, señala el director, «o bien se trasladan a esa isla o bien si es en Gran Canaria el delfín, por ejemplo, se trae a la Facultad de Veterinaria» que dispone de una sala de autopsias donde se disecciona con el objetivo de encontrar lesiones que indiquen qué causó su muerte.

Y, ¿exactamente cuántos cetáceos varan en Canarias cada año? Antonio Fernández indica que entre 50 y 60, siendo en su mayoría delfines y también ballenas. «Las causas más frecuentes están relacionadas con causas naturales». Infecciones, enfermedades parasitarias, víricas o bacterianas, cáncer… Causas a las que se añaden la avanzada edad de muchos de los animales y las crías producto de un aborto. La actividad humana es la segunda causante de varamientos y la más frecuente es la colisión de los barcos rápidos. Ballenas y cachalotes son las dos subespecies que señala el director, porque la continuidad de su especie se puede ver mermada, especialmente para los últimos. «Si uno muere por colisión, sea macho o sea hembra, tiene un problema porque tardan muchos años en crecer y si mueren la población se puede reducir mucho». Dentro de la acción humana también aparece la interacción con la pesca, «pero en Canarias contrariamente el número de delfines muertos por interacción con pesca es relativamente muy bajo. Y la razón es que no hay pesca industrial, no hay pesca de grandes barcos, y la pesca artesanal o local es poca». El plástico también mata. La contaminación por este elemento causa la muerte de un 2% de los cetáceos. «Los confunden con alimento, se tragan los plásticos y ese plástico termina causándoles una obstrucción en el estómago o en el intestino». La sentencia es clara. «De cada tres cetáceos varados en Canarias dos mueren de causas naturales y uno de causas derivadas de la actividad humana», indica Fernández.

Las últimas estadísticas de varamientos de cetáceos en Canarias del Gobierno autonómico amplían estos datos. Entre 2000 y 2018, las especies más afectadas han sido el delfín listado y moteado superando los siete casos de media cada año, el cachalote y el calderón tropical con más de cuatro, el delfín mular, el zifio común y el delfín común con más de tres y el cachalote pigmeo rozando los tres de media. El mismo informe recoge un aumento no escalonado de los varamientos, pasando de 27 en el año 2000 a 68 en 2018.

Con unas 30 especies diferentes como estas, las aguas de Canarias están llenas de cetáceos. Esta cifra, afirma el director, indica que la proporción de aquellos que varan no es elevada. La alarma salta porque todos los animales que llegan a la costa son detectados por la Red de Varamientos de Cetáceos. Coordinada desde 1997 por el Gobierno de Canarias, la Red se centra en estudiar la información biológica que proporcionan los varamientos y en el análisis del estado de conversación de las poblaciones. Registros como este, destaca Antonio Fernández, no recogen muchos varamientos masivos. «Porque, al final y al cabo, los animales que aparecen en las playas son solo un porcentaje muy bajo de los que mueren».

Para los cetáceos que varan, existe una Unidad de Rescate que los auxilia e intenta «introducirlos de nuevo a mar abierto en un intento de que vuelva con su grupo o con su familia». Desgraciadamente, uno o dos cetáceos que varan cada año no pueden regresar al mar «y raramente se pueden recuperar». En los casos en que sí pueden mejorar, los animales son llevados «a alguna piscina que bien se prepara para un tema de recuperación o a algún parque» donde permanecen entre 24 y 72 horas para una evaluación médica. «Lo normal es que se intente evaluar qué problema tiene y se le hace un tratamiento y, en muchos casos, se intenta llevarlo de nuevo a alta mar para soltarlo, pero si el problema es grave se eutanasia».

Entonces, ¿qué sucede con los cetáceos que no llegan a la costa? Se dice que pueden representar entre el 93 y el 95% de los animales fallecidos. Las causas de sus muertes son las mismas que las de aquellos que varan en las costas canarias: causas naturales y causas derivadas de la acción humana. Al ser el mar abierto el escenario, las causas naturales se componen de otro factor. Las interacciones entre especies. Antonio Fernández reseña que, aparte del alimento que constituyen los delfines para tiburones y orcas, los cetáceos «a veces compiten por el mismo nicho de donde se alimentan. O entre ellos se golpean».

Los varamientos, aunque suponen una circunstancia desafortunada, ayudan a estudiar el estado del ecosistema marino en el archipiélago. «Yo creo que en nuestro ecosistema los cetáceos son bioindicadores» y por eso «si vara un animal y ha muerto por plástico, ¿qué quiere decir? Pues que tenemos un problema con contaminación de plásticos. Si un animal aparece con otros contaminantes, por ejemplo, con contaminantes químicos, tenemos que tener en cuenta problemas de esa naturaleza», argumenta el director.

Las soluciones a los varamientos son diversas. Desde el trabajo «para que las compañías de los barcos puedan introducir tecnología que evite las colisiones» y «puedan maniobrar antes de colisionar», pasando por la reducción del plástico que llega al mar y llegando a los procesos educativos con los pescadores. «Ellos van poco a poco interactuando menos con los delfines en el sentido de que no les hacen daño a los animales». Todos son proyectos del IUSA que ayudan a mitigar el efecto de varias causas sobre los cetáceos, pero cuyo problema «no se va a solucionar de un día para otro». Por ello, el director del Instituto insta a que las Administraciones «sigan manteniendo los niveles de lo que llamamos vigilancia sanitaria. Siempre vigilar qué es lo que causa la muerte de los cetáceos». Aquí existen tres conceptos clave. «Diagnosticar la causa, tratar el problema y prevenir el problema».

Un salvavidas para una situación «bastante caótica»

Loro Parque Fundación también se ha implicado en la búsqueda de soluciones. Junto con el IUSA, la fundación dirigida por Javier Almunia trabaja en el desarrollo de un pontón, «un sistema flotante que se parece mucho a una zodiac». Con dos balones laterales y una lona central, «el sistema está diseñado para ayudar en la reflotación de cetáceos, para devolverlos de nuevo al agua y poder ponerlos en aguas profundas para que puedan salir nadando».

Iniciativa recogida dentro del proyecto MARCET II, que se centra en «la transferencia tecnológica desde la academia de las universidades hacia la sociedad para mejorar la sostenibilidad de los recursos marinos» y especialmente «en el tema de los cetáceos en la Macaronesia», señala el director, nació tras los varamientos masivos de Cabo Verde de los dos últimos años. «Ahí vimos la necesidad de tener herramientas y de tener personal entrenado para poder socorrer a los animales en un varamiento porque realmente la situación era bastante caótica».

El pontón intenta adaptarse a las circunstancias de la Macaronesia y actualmente se encuentra en la versión cero del prototipo, que irá mejorando con pruebas sobre el terreno. La playa del Cofete, en Fuerteventura, fue el escenario en el mes de agosto de un simulacro «que ya nos dio bastantes pistas de cómo ir mejorando sistemas de sujeción de la lona, que tenía algún problema, sistemas de agarre de las boyas,…», recalca Javier Almunia. Estos resultados serán incorporados al segundo desarrollo. Otra línea en la que trabajan es una versión más pequeña de pontón porque el prototipo «es para animales grandes, como calderones, animales que puedan tener cuatro o cinco metros y que son pesados». Este es de cuatro metros y es demasiado grande «para animales pequeños tipo delfín mular, animales que puedan tener alrededor de dos metros».

La residencia del pontón se localiza en Tenerife, pero está a disposición de toda la Macaronesia e incluso de otras regiones de España. Este es el caso de Asturias, adonde se trasladó en avión «porque tuvieron un varamiento de calderón» a finales de septiembre. Almunia reconoce que «lo han probado y lo tienen como precaución durante un tiempo hasta ver si definitivamente hay riesgo de varamiento» para tres animales en la costa de Carreño.

«Esperamos que pueda ser muy útil, sobre todo más que en las islas en la Macaronesia». Cabo Verde y otros archipiélagos, reseña el director, sufren más varamientos masivos que Canarias donde generalmente suelen varar individuos aislados o enfermos.

«El deber de protegerlos es clave y esencial»

«Nos preocupan principalmente los 81 registros que hay desde el año 2000 hasta el 2018». Así se muestra Miguel Ángel Pérez, viceconsejero de Lucha contra el Cambio Climático, respecto a los cetáceos que, de entre unos 938 entre esas fechas, han varado debido a las colisiones con embarcaciones. Armas y Fred Olsen son las dos principales empresas que operan en las islas y con las cuales «el Gobierno ha tenido reuniones» por este motivo. Aparte de estudiar otras líneas y una posible reducción de la velocidad de los navíos, «Fred Olsen ha incorporado un novedoso sistema de alerta temprana para la detección de cetáceos en las rutas donde hay mayor concentración. Principalmente, en la zona oriental de Canarias y el tráfico que va entre La Gomera y Tenerife», señala.

La aplicación de estas medidas no quita que los animales que llegan a las costas no sean los únicos que mueren. El viceconsejero indica que «la detección de varamientos de cetáceos no solo implica al cetáceo que vara en tierra sino también la detección de los animales muertos que son inaccesibles porque la marea los arrastra para adentro». Estos animales son identificados y se intenta investigar el motivo de su fallecimiento, complicado en algunas ocasiones porque no se puede acceder al cuerpo. Aun así, «también lo utilizamos como elemento de cuantificación del número de mamíferos marinos que han muerto a lo largo de estos últimos 20 años».

81 de 938. Este el número de cetáceos varados entre 2000 y 2018 a causa de las colisiones. Aunque solo suponen un 8’63%, Pérez argumenta que «son animales que están muchos de ellos en peligro de extinción y, por tanto, el deber de protegerlos es clave y esencial». La Consejería de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación territorial del Gobierno autonómico ya ha demandado y exigido al Gobierno central la reanudación del Plan de Conversación de la Zona de Teno-Rasca. Paralizada desde hace varios años, según reconoce el viceconsejero, es de septiembre de 2011 una Zona Especial de Conservación (ZEC) e intentar desatascarlo «supondría un avance sobre todo en la regulación de la línea y las líneas de transporte entre islas podrían sufrir alguna modificación». Este proyecto es reflejo de las labores de esta Administración encargada de «la conservación de la vida natural y el santuario tan importante que tenemos aquí de mamíferos marinos».